...Con el eco del sonido de la Marcha Real todavía en el ambiente, y la imagen de un águila rozando casi con el dintel de la puerta en la retina, nos damos la vuelta y...¡Maravillas del Señor! Comprobamos “in situ” la certeza de aquello que decía: “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”; y como no podía ser de otro modo, elevado a su máximo exponente, tras el Hijo de Dios hecho hombre, va la más perfecta de las mujeres,...ahí viene María, en su papel de corredentora de la Pasión, coprotagonista de este Drama, en el que Ella interviene, desde su infinita bondad, aceptando lo escrito para su hijo...Y a pesar de cómo viene, a pesar de esa dulce mecida costalera que la lleva sin molestarla apenas, su rostro aparece humedecido por el llanto, sus lágrimas no se han podido secar de sus cauces durante la Estación penitencial, a pesar de los quiebros del bendito arte que la porta; pero tampoco estorban, ya que esas lágrimas son las que nos llevan hasta Ella, en un acto de inútil consuelo, nos hacen caer de rodillas para rezarle día tras día,...así que, no intentemos borrar esas lágrimas porque sin ellas, Maravillas no sería Maravillas; si Dios quiso que llorara, dejadla llorar, para que con su llanto resbale también el dolor que la embarga y la traspasa; dejadla llorar, porque su llanto es tan suyo, como el barrio de san Pedro, y sus gentes, y sus almas...dejadla llorar, porque entonces nuestra hija no nos podrá preguntar, mirándola, “papá...¿por qué llora la Virgen?...dejadla llorar, porque esas lágrimas definen el rostro que nos mostraron nuestros mayores, dejadla llorar, porque el día en que su cara aparezca una sonrisa, desaparecerá, en parte, la personalidad del Domingo de Ramos de Granada...dejadla llorar...
(texto cedido por mi hermano el AGÜELO)
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