Dios se encarnó en la madera, y tomo forma de Gran Poder,
Y ni tan solo una astilla siquiera, se hizo en tu rostro primavera
Señor, solo por soñarte ver tu cara desencarnada y silente
Tus cabellos, compás de racheos, y tus labios de amor casi inertes
Dejan perfumes de muerte en las aristas del tiempo.
Y Juan de Mesa desde el cielo, el que te gubiara ese día,
Con formones de Poetas y sueños de melancolía
Se hizo martinete la madera, y Sevilla desde entonces
A tu tus pies se rindiera, y cada viernes del año
Con calladas promesas, besa tu talón en quimera.
Y en tus ojos casi perdidos, donde las promesas sueñan,
En penitentes desconocidos, en tus sienes casi yertas,
Que me dan escalofríos. Y de tus manos Señor…
Quien no soñó perdido, que en tu cuerpo mal herido
Por las espinas clavadas, poderte ayudar casi vencido.
Y hoy de nuevo Sevilla… seca tu rostro compungido
Y de nuevo limpia tu cara, limpia como el agua clara
Por los moratones sufridos, que calle el mundo entero
Y el viento calle en silencio, que están curando al Gran Poder
El Señor de San Lorenzo...
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